Redescubrimos… el campus de la Universidad Pública de Navarra
Paseo completo: una hora y media aproximadamente
Recompensa final: un riquísimo café con aroma a mantequilla belga
Un consejo Ma petite… ¿Sabías que pasear entre árboles alivia nuestro cansancio mental?
Magnolios, madroños, palmeras, abetos, encinas… ¿jardín botánico? No, el campus de la Universidad Pública de Navarra. Podría parecer que es territorio exclusivo de edades comprendidas entre los dieciocho y, pongamos, los treinta (por aquello de que nunca es tarde para ponerse a estudiar) pero la realidad es que es un paseo perfecto para despejar la mente, estirar las piernas y ver qué cuentan las nuevas generaciones.
Si no dispones de mucho tiempo, acercarte a caminar entre los árboles de la UPNA es un plan excelente. No está lejos y siempre hay algo nuevo que ver. Puedes seguir varias rutas, aunque nosotras comenzamos en lo alto de la calle Tajonar porque las bajadas siempre son más animadas que las subidas, sobre todo, a primera hora de la mañana.
En cuanto empezamos a caminar, nos llega un aroma a café y mantequilla súper tentador, pero mejor os lo contamos a la vuelta.
En nada, cruzamos el nuevo pasadizo que han abierto en la rotonda que conecta la calle Tajonar, Lezkairu y el campus. Y, en menos que eso, nos recibe el edificio principal. En este punto, decidimos sumergirnos de lleno en ambiente universitario. Allá vamos.
Tomamos el camino de la parte derecha del edificio principal, pasando por la puerta de la cafetería; es decir, por el centro internacional oficial con mayor número de partidas de mus disputadas.
Aquí no solo comienza un paseo por el jardín botánico, sino también por un camino sembrado de esculturas muy interesantes que no te dejarán indiferente. Nos encanta esta mezcla de riqueza natural e intelectual, perfecta para reponer el alma.
Al final del campus, hallamos una bajada que conecta con el camino que sigue el curso del río Sadar. Nos alegra ver los paneles informativos, los bancos de madera y lo bonito que ha quedado el sendero. Hay mucho barro, pero no importa porque, después de la típica semana de lluvia pamplonesa, pasear en una mañana de sol se encara con gusto.
Nosotras seguimos el camino hasta rodear el campus y eso nos permite encontrarnos con diversas esculturas preciosas y con la exposición de fotografías que conmemoran los 25 años del diseño y construcción del edificio de bibliotecas de la UPNA. Todo un ejemplo de arquitectura moderna y cuya cúpula sigue impresionando a muchos; en especial, a los estudiantes de primer año.
A partir de aquí, podéis volver hacia Pamplona o completar el camino del río Sadar, según vuestra disponibilidad. Como a nosotras nos encantan los caminos señalizados, nos damos otra vuelta. Hasta que el estómago nos recuerda aquel aroma a rico café y pan recién tostado que nos ha saludado al comienzo.
El culpable es La Martina, un pequeño café de la calle Tajonar, que te atrapa con su olor a mantequilla. Prueba sus tostadas de pan belga, los croissants de chocolate o las caracolas de canela. Solo te diremos que todo el género lo traen directamente de Francia y Bélgica, el resto lo puedes descubrir tú mism@. Además, mientras esperas a que tu café esté listo, disfruta de las acuarelas de Jorge Silva.
Avistamiento Ma petite… en nuestro paseo hemos tenido la suerte de ver a la garza de la universidad. Según nos han contado, lleva un año en el campus y debe estar tan a gusto que va y vuelve cada temporada.
Color preferido… Es imposible pasear por el campus y no dejarse llevar por el rojo y todo lo que ello implica. ¡Estamos de estreno!